Soy uno de los defensores de que la calidad de la música en general sigue siendo muy buena, con la salvedad que la buena música hoy en día está escondida al gran público. Y mientras que en estilos más o menos underground siempre ha sido así y los que nos movemos entre esos estilos ya lo sabemos, no es el caso del pop más mainstream, cuyos días de mayor gloria fueron los 80s. Tristemente el gran público hoy en día se tiene que contentar con una Beyonce, cuyo mayor hit nunca entraría como cara B de un maxi-single de Whitney Houston en los 80, o una desgraciada como Miley Cirus, que ha acabado por hacer bueno a su padre, el one-hit wonder Billy Ray Cirus (lo de one-hit wonder es por fastidiar, el tío se hinchó a vender discos en los 90s). En el lado masculino, y por centrarnos en la música negra, la situación es todavía más triste porque tenemos que aguantar a tíos sin ningún talento como Kanye West o Jay-Z convertidos en los amos del mundo.
Lo dicho, los 80s eran diferentes, y por no salir de la música negra más popular, tenías al Rey del Pop y a un tío de un talento descomunal como Prince luchando por ser el número 1; luego tenías auténticos monstruos como Stevie Wonder o Lionel Richie, y posteriormente gente como Terence Trent D’Arby, que nunca deberían aparecer nunca en un texto junto con el marido de Kim Kardashian. Y además de ellos tenías artistas con un enorme talento y que fueron muy grandes, y es aquí donde quiero hablar de este elegante caballero británico nacido en el Caribe y llamado Billy Ocean.
Leslie Sebastian Charles, como verdaderamente se llama, había emigrado de su natal Trinidad y Tobago a Londres para comenzar su carrera musical y desde comienzos de los 80s gozaba de gran éxito en UK y posteriormente en USA. En la España de segunda mitad de los 80s era conocido sólamente por la banda sonora de la película «La Rosa Púrpura de El Cairo», pero su popularidad se disparó cuando un verano la radio empezó a pinchar por todos lados «Get Out Of My Dreams, Get Into My Car”
En aquella época era muy habitual un trasvase de artistas UK-USA, pero muchos de ellos no eran conocidos en el resto de Europa hasta que el sello de turno no se decidía a poner dinero de forma seria encima de la mesa y conseguía aparecer en las radios de forma constante; y eso fue lo que pasó con Ocean y cómo muchos le conocimos. Este era un tío con una imagen impecable, con una voz extraordinaria, que se manejaba extraordinariamente bien entre el R&B, soul, funk y pop, y con una habilidad innata para componer ese tipo de canciones que yo hoy en día echo tan en falta en la música pop actual de usar y tirar. Porque durante la segunda mitad de los 80s Ocean se dedicó a fabricar hits en serie como «Caribbean Queen”, “When The Going Gets Tough, The Tough Gets Going» o mi tema favorito, «The Colour of Love», una de esas baladas que hoy en día ya no existen. Y es que esa
Los 90s ya no fueron tan favorables para él, como para muchos otros artistas que pertenecieron a una época determinada. Y desde entonces Ocean se ha convertido en un artista de culto para los nostálgicos de aquellos días, apareciendo en directo en aquellos festivales remember para cuarentones con ganas de rememorar su juventud como el Rewind Festival que algún tendré que visitar y del que tengo pendiente hablar en algún post. Además, su look de tipo elegante de las chaquetas con hombreras de los 80s ha dado paso a un tío con rastas, ya que hace bastante tiempo que abrazó el modo de vida rastafari. Aún así, Ocean mantiene su absoluta elegancia y una voz privilegiada; finalmente, y para los que no le conozcan o quieran escuchar música excepcional de la que ya no se hace hoy en día, su recopilatorio de grandes éxitos de 1989 contiene una colección de canciones absolutamente fantástica.
Totalmente de acuerdo con usted, como se extraña la buena música la que tenía sentido y sentimiento, yo escucho no solo a este artista sino a otros que igualmente aportaron en un tiempo sentido a las diferentes situaciones que vivimos los seres humanos, saludos