Hace poco la mayoría de mis amigos marcharon una tarde de viernes otoñal a ver un espectáculo singular en el Palacio de Vistalegre, miles de personas allí congregadas para disfrutar de los éxitos de una de las mejores bandas de la historia, Queen. Y bien, ¿a qué se debía el llenazo?. Dando por hecho que el único e irrepetible Freddie no va a volver, ¿de qué se trataba, Brian May en solitario interpretando temas de Queen?, ¿Queen con Paul Rogers o con cualquier otro cantante y sin el bajista John Deacon como han hecho en las últimas giras? Pues no, en la España de la crisis de 2013 el Palacio de Vistalegre se llena a 36 eurazos del ala para ver una banda tributo a Queen llamada God Save The Queen, confirmando el auge de las bandas tributo.
Hacía tiempo que era consciente de esta moda de acudir a conciertos de bandas tributos, pero fue a principios de año cuando vi que Pink Tones, una banda española tributo a Pink Floyd, había llenado La Riviera… ¿cóooomorrrr?. Pues sí, así es la vida, si Roger Waters no viene a Madrid ya se encargan otros de sustituirle y dar a los “fans” lo que quieren. Digo lo de fans entrecomillado porque siempre tengo la impresión que los que acuden a este tipo de conciertos son muy fans de un grupo pero poco fans de la música en general, como los que acuden al concierto de los AC/DC, los Maiden o Metallica una vez al año pero no se dejan ver durante el resto de la temporada.
Yo pocas veces he ido a ver a grupos tributo. En Madrid, ninguna. Porque mi agenda siempre ha estado plagada de conciertos interesantes, de grupos más famosos, menos famosos, grupos nuevos, lo que sea; pero en mi lista de prioridades las bandas tributo siempre han estado muy abajo. Y siempre han existido y siempre existirán, pero yo siempre las había visto con un objetivo: en primer lugar rendir un homenaje a sus ídolos y al mismo tiempo amenizar noches de directo, como sí que me había pasado de encontrarme en un bar grupos tributo tocando.
Me acuerdo además de haber leído a Gene Simmons hace unos años que su idea era que Kiss continuarían con otros miembros en el futuro, aunque no estuvieran él y Paul Stanley, y si lo dice el hombre con más afán de ganar dinero en el mundo de la música, habrá que prestarle atención. Tenemos buenos ejemplos de bandas que sustituyeron sus carismáticos cantantes por cantantes de bandas tributos, “Ripper” Owens se montó en la moto de Rob Halford en Judas Priest o el filipino Arnel Pineda es un excelente frontman para los Journey del siglo XXI a donde Steve Perry nunca volverá.
Pero eso está bien, siempre ha sido así, lo que ocurre es que en determinados países las cosas no encajan, y volvemos a este bendito país. En un entorno donde no se compra música, donde muchos conciertos de bandas nuevas o consagradas presentan un aspecto desolador, donde es muy difícil para nuevos artistas llegar a las masas, esas mismas masas se dedican a acudir al tributo, al refrito, a gastarse dinero en grupos que no aportan nada a la historia de la música y que viven del legado de otros. Y además algún colega que creías con un poco de criterio te dice “es que era como ver a Freddie Mercury”… sí, claro, majete. Ha llegado a ocurrir este otoño en España que había dos bandas tributo a Queen girando por la península. Y algún amiguete promotor del underground metalero que te dice “no traigo a estas pedazo de bandas porque ya sé que voy a perder dinero”
En fin, que está claro que hay nichos de mercado y está claro que el gran público siempre ha sido ignorante para apreciar la calidad musical, pero sería triste que todos esos grupos que están en su local de ensayo empezando con las versiones de sus ídolos aspiraran a convertirse en «la más grande banda tributo a”, en vez de en “la más grande banda” y punto.