De entre todas las joyas musicales que me ha descubierto el grandioso sello germano Prophecy Productions, sin duda Autumnblaze son uno de los artistas a los que más cariño tengo. Les descubrí en torno al año 2001 con su segundo álbum «Bleak», que bebía de las influencias de Katatonia, lo cuál para mi gusto siempre es bueno; pero es que en 2002, con su tercer larga duración «Mute Boy, Sad Girl», publicaron un disco extraordinario que les debería haber catapultado a la primera división musical. El problema es: es una industria musical con tanta tendencia a encasillar dentro de un estilo determinado, a buscar estilos concretos, a marketear artistas en función de públicos, ¿dónde encajaba este álbum? Para mí es un disco de rock que debería gustar por igual a aquellos que disfrutan de los sonidos más duros, que eran la audiencia natural de Autumnblaze en sus comienzos; podría ser disfrutado por fans de la música más gótica y oscura, aunque sólo fuera por la excepcional versión del «Cold» de The Cure incluida en el álbum; es un disco de post-rock cuando apenas se utilizaba el término; tiene las dosis justas para enganchar en su momento a los fans de lo que se llamaba trip-hop.
Y bien, ya sabemos, sin dinero detrás (y Prophecy en aquel momento no lo tenía, y ahora probablemente tampoco) no llegas a muchas de esas audiencias y de esta forma el disco quedó relegado a ese reducido grupo de fans del rock y metal emocional que escuchamos con devoción cualquier cosa que salga de la factoría Prophecy.
Este es un álbum lleno de matices, con sensibilidad pop, con los toques justos de electrónica, con una actuación vocal extraordinaria de su cantante Markus Baltes, minimalista tanto en su imagen como en su concepto, como una obra de arte que cada vez que la escuchas le descubres una tonalidad de gris en este caso, diferente.
Tuve la enorme suerte de ver a Autumnblaze tocar un setlist de media hora a las 11 de la mañana en el Zillo Festival de 2002, en un festival grande como era aquel de unas 15-20.000 personas no seríamos más de 50 los que estábamos cuando empezaron a tocar y el doble al acabar. Recuerdo que luego me encontré con ellos y el amigo Markus alucinaba con que aquel españolito que alababa su música como si fueran los Beatles con el mejor alemán que podía en aquellos tiempos… en fin, no pierdo la esperanza de verles tocar un día de estos en una pequeña sala en Madrid, y si es posible, que se toquen este «Mute Boy, Sad Girl» de principio a fin.